MERCURIO y humanos

El mercurio y su principal mineral el cinabrio tienen una larga historia compartida con la humanidad. El color rojo brillante del cinabrio, que puede ser fácilmente utilizado como pigmento, atrajo la atención de los humanos al menos desde el Neolítico. En la Península Ibérica se ha documentado el uso de cinabrio pulverizado en enterramientos megalíticos de hace 5000 años (https://link.springer.com/article/10.1007/BF01922425). En otras zonas del mundo, como China o la región andina también se ha encontrado cinabrio pulverizado asociado a enterramientos. No hay un consenso sobre el significado de esta práctica, pero se ha propuesto que podría estar asociada a una mejor conservación de los restos.

El cinabrio pulverizado se utilizó para múltiples propósitos, como pigmento (bermellón) para cerámicas, pinturas murales e incluso como cosmético. En la época imperial romana ya se conocía la toxicidad del polvo de cinabrio. Plinio en su Historia Natural señala que los trabajadores que pulimentaban superficies pintadas con bermellón se cubrían la cara con máscaras para no inhalar el polvo por su toxicidad (https://archive.org/details/historianatural00segogoog).

 

Rob Lavinsky, iRocks.com – CC-BY-SA-3.0, CC BY-SA 3.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0>, via Wikimedia Commons

El mercurio nativo y su capacidad para amalgamar otros metales es también conocido desde la antigüedad y fue explotado, especialmente para la extracción de oro y plata. Vitruvio en el siglo I a.C. ya describió este uso (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000012956&page=1). De hecho, se sigue utilizando hoy día en minería artesanal para la extracción de oro suponiendo una de las principales fuentes de contaminación con mercurio del medio ambiente. También se conocía su toxicidad y el mismo Plinio desaconsejaba su uso en medicamentos.

A pesar de ello, el mercurio o compuestos que lo contienen ha sido ampliamente utilizado en la farmacopea hasta el siglo XX y actualmente se sigue utilizando en medicina tradicional china, medicina ayurvédica y otras. La amalgama de mercurio ha sido también utilizada profusamente en ortodoncia y el timerosal como conservante de vacunas se sigue utilizando en países donde no se dispone de viales monodosis para administrarlas. En este sentido, cabe señalar que la OMS no ha encontrado evidencias de mayor riesgo para la salud en el uso del timerosal en las cantidades utilizadas en las vacunas (https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/mercury-and-health). Tampoco existe evidencia científica que relacione la vacunación con un mayor riesgo de padecer autismo. En cosmética se siguen comercializando productos que contienen mercurio, sobre todo cremas blanqueantes. Aunque su comercialización está prohibida en la UE, el comercio a través de plataformas de venta online hace que su adquisición no sea muy complicada (https://eeb.org/library/executive-summary-skin-lighteners-still-available-online-despite-mercury-findings/).

Pintura mural de la sala H de la villa de P. Fannius Synistor en Boscoreale

https://www.metmuseum.org/art/collection/search/247009

El mercurio se ha utilizado también en numerosas aplicaciones industriales, desde la construcción de aparatos de medida como termómetros hasta catalizadores en reacciones químicas. Así pues, y a pesar de que la toxicidad del mercurio era conocida, se siguió utilizando alegremente. Y como suele ser habitual, tuvo que ocurrir una catástrofe que saltara a los medios de comunicación para que la sociedad y los gobiernos decidieran darse por enterados.

Para saber más os dejamos estos excelentes enlaces:

http://aargentinapciencias.org/wp-content/uploads/2017/10/libro_historia_natural_cultural_mercurio.pdf

https://www.researchgate.net/profile/Michael-Parsons-5/publication/264933206_A_brief_history_of_mercury_and_its_environmental_impact/links/5405e1440cf2c48563b1deb0/A-brief-history-of-mercury-and-its-environmental-impact.pdf

LA ENFERMEDAD DE MINAMATA

La historia de la llamada enfermedad de Minamata es una de esas historias donde la codicia de una empresa, el miedo de un pueblo y la connivencia de un gobierno conformaron un combinado letal. Una pesadilla que empezó hace casi un siglo y todavía arrastra secuelas. Aquí daremos un breve resumen pero en los enlaces al final de esta entrada hay dos excelentes y detallados relatos (en inglés).

Minamata es una ciudad costera de la isla de Kiushu, Japón. En Minamata se encuentra una fábrica de productos químicos de la empresa Chisso. En ella se producía a partir de 1932, entre otros compuestos, acetaldehído, utilizando mercurio como catalizador. El proceso se sabía que producía mercurio orgánico como subproducto.

Los problemas relacionados con los efluentes de la fábrica comenzaron pronto y los primeros en sufrirlos fueron los pescadores de la zona que ya desde mediados de la década de 1920 empezaron a notar disminuciones en las capturas. A comienzos de los 50, empezaron a advertirse fenómenos más perturbadores: los peces subían a la superficie y nadaban alrededor de las barcas como enloquecidos, se observaban aves marinas incapaces de volar acurrucadas en las orillas, la marea arrojaba ostras y almejas podridas y abiertas. Las capturas de pescado se redujeron a casi una quinta parte de 1950 a 1956. A partir de 1953 los gatos locales, que comían grandes cantidades de pescado, empezaron a mostrar comportamientos extraños: babeo, temblores y convulsiones, movimientos erráticos. En un año, la población local de gatos había sido erradicada.

W. Eugene Smith, Industrial Waste from the Chisso Chemical Company copyright The Heirs of W. Eugene Smith, courtesy Etherton Gallery, Tucson

https://loeildelaphotographie.com/en/takeshi-ishikawa-archive-of-w-eugene-smith-photographs-at-the-library-of-congress-bb/

Los primeros casos humanos se notificaron en 1956 aunque un análisis posterior permitió determinar que el primer paciente se habría detectado en 1942. Los enfermos mostraban dificultades para moverse y hablar, como si estuvieran ebrios. Para el 29 de agosto de 1956 se habían detectado 30 casos, incluyendo 11 fallecidos.

Como respuesta, se constituyó el Comité de Contramedidas frente a la Enfermedad Extraña de Minamata. El Comité solicitó la ayuda de la Escuela de Medicina de la Universidad de Kumamoto, que organizó un grupo de investigación de varias especialidades médicas. El análisis epidemiológico estableció que no era una enfermedad contagiosa y halló una correlación entre la incidencia de la enfermedad y la ocupación de la familia (pescadores) así como una relación dosis-respuesta entre la ingesta de pescado capturado en la bahía de Minamata y la incidencia de la enfermedad. Sin embargo, aunque las conclusiones de los investigadores señalaron que la enfermedad era una intoxicación por consumo de pescado contaminado y que los efluentes de la factoría de Chisso eran los responsables de la contaminación, no llegaron a identificar inicialmente el agente causal.

Los investigadores de Kumamoto no recibieron ninguna ayuda de Chisso y carecían de información de los procesos que se llevaban a cabo en la factoría y en principio descartaron el mercurio porque consideraron que eran un metal demasiado valioso como para arrojarlo al mar. En 1958, el neurólogo británico Douglas McAlpine visitó Minamata, examinó 15 pacientes y concluyó que los síntomas eran compatibles con una intoxicación con metilmercurio. McAlpine publicó sus conclusiones en The Lancet el mismo año y este artículo fue el primero que señaló al metilmercurio como el posible agente etiológico.

Otro investigador que iba tras la pista del mercurio era Tadao Takeuchi. Takeuchi detectó niveles elevados de mercurio en órganos de pacientes y reprodujo los síntomas de la enfermedad en gatos expuestos a mercurio orgánico. Por su parte, Shoji Kitamura extrajo grandes cantidades de mercurio del lodo y moluscos de la bahía de Minamata y comprobó que existía un gradiente creciente a medida que se acercaba a los desagües de la factoría de Chisso. El 22 de julio de 1959 el grupo de investigación concluyó finalmente que el metilmercurio era el agente etiológico de la enfermedad.

 

Chisso se embarcó entonces en una estrategia de ocultación de datos, tácticas dilatorias, desinformación y mentiras, con el apoyo del gobierno y la connivencia de algunas autoridades académicas, para proteger sus intereses. Mientras tanto, el mercurio seguía fluyendo. Os recomendamos que leáis la historia completa en los enlaces al final de esta entrada.

El 29 de septiembre de 1968 el gobierno japonés finalmente reconoció que había una relación causal entre los vertidos de la factoría de Chisso y la enfermedad de Minamata. Era un brindis al sol, Chisso había cesado de producir acetaldehído en su factoría en mayo de ese año. En esos 36 años de actividad, 488 toneladas de mercurio fueron vertidas a la bahía de Minamata.

Enlaces

https://www.med.or.jp/english/pdf/2006_03/112_118.pdf

https://www.eea.europa.eu/publications/late-lessons-2/late-lessons-chapters/late-lessons-ii-chapter-5/view

https://media.un.org/en/asset/k13/k13z3v0gyf Video de la enfermedad de Minamata

Minamata II

El envenenamiento masivo de Minamata tuvo otras consecuencias más atroces si cabe y de paso acabó con un mito de la medicina de la época. Antes de la enfermedad de Minamata, se creía que la placenta protegía al feto de cualquier tóxico. El descubrimiento de la enfermedad de Minamata congénita fue el primer ejemplo demostrado de envenenamiento químico transmitido a través de la placenta.

Muchos infantes nacidos después de 1955 en la zona mostraban síntomas similares a los de la parálisis cerebral. Los estudios epidemiológicos mostraron la coincidencia con la enfermedad de Minamata. Las incidencias de abortos y muertes fetales eran también anormalmente altas. Sin embargo, no se reconoció que la enfermedad afectaba también a los fetos hasta que en 1961 y 1962 las autopsias de dos niñas afectadas demostraron que eran casos fetales de la enfermedad de Minamata. Además de la creencia de los científicos en que los tóxicos no atravesaban la barrera placentaria, el retraso en reconocer la enfermedad de Minamata congénita se debió a que hasta 1959 no se determinó que el metilmercurio era el agente etiológico de la enfermedad. Esto llevó a que no se midieran los niveles de mercurio en cabello o sangre del cordón umbilical en el momento del nacimiento. En 1968 Masazumi Harada aprovechó la costumbre japonesa de conservar el cordón umbilical para analizar el contenido en metilmercurio y demostrar la correlación entre el contenido en los cordones umbilicales y la producción de acetaldehído en la factoría de Chisso.

Un problema añadido fueron los casos de exposición baja o moderada, que si bien no mostraban todos los síntomas de la enfermedad, sí sufrían alteraciones neurológicas como discapacidad intelectual y alteraciones del comportamiento entre otras. Estos casos fueron ignorados en gran medida porque no se llevó a cabo una investigación epidemiológica en profundidad. Hoy en día, sigue siendo necesaria una investigación rigurosa de los efectos de la exposición crónica a dosis moderadas o bajas de metilmercurio.

Iwazo Funaba crippled hand. Eugene Smith

MINAMATA III

La enfermedad de Minamata puso sobre la mesa el grave problema ambiental y de salud pública que plantea el uso industrial del mercurio. Las fotografías de W. Eugene Smith y Aileen Mioko Smith, en especial la célebre "Tomoko and Mother in the Bath" que apareció en Life el 2 de junio de 1972, recogidas en el álbum "Minamata: a warning to the world" atrajeron la atención mundial sobre la tragedia de Minamata. Quizá más relevante aún fue la asistencia de Tsuginori Hamamoto y Shinobu Sakamoto, dos afectados por la enfermedad de Minamata, a la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano celebrada en Estocolmo en 1972.

Pero a los gobiernos les llevaría todavía bastantes años tomar la determinación de que habría que hacer algo con el mercurio después de todo. Y no es que Minamata haya sido un caso aislado. En 1965, de nuevo se produjo otro envenenamiento masivo por metilmercurio. Esta vez fue en la cuenca del río Agano, prefectura de Niigata, también en Japón. La factoría Kanose de Showa Denko, situada en la cuenca alta del Agano, había estado produciendo acetaldehído y vertiendo sus residuos al río. La enfermedad se denominó enfermedad de Niigata Minamata (https://www3.chubu.ac.jp/documents/industrial_economy/content/5262/5262_51ed91f8d86059a30b1c38fdfb4f9c1d.pdf).

En 1969 se descubrió que una factoría de sosa caústica Dryden Chemical estaba vertiendo mercurio en el sistema fluvial de los ríos English y Wabigoon en Canadá. Los más afectados fueron dos comunidades indígenas asentadas en la zona y que consumían el pescado del río (http://freegrassy.net/wp-content/uploads/2012/06/Harada-et-al-2011-English.pdf). En 1971 se produjo otro caso en Iraq. En esta ocasión, Iraq importó cereal tratado con un fungicida que contenía metilmercurio. El cereal estaba destinado a siembra, no a consumo humano. Sin embargo, debido a problemas de comprensión del etiquetado y a una distribución tardía, en distintas áreas rurales de Iraq acabó consumiéndose como alimento (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2366398/). No era la primera vez que ocurría, entre los años 1955 y 1960 ya habían ocurrido varios incidentes previos en Iraq por consumo de grano tratado con compuestos mercuriados (https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2366396/?page=3) y también en otros países.

La Conferencia de Estocolmo fue la primera cumbre mundial donde el estado del medio ambiente fue el tema principal (https://www.un.org/en/conferences/environment/stockholm1972). Es interesante comparar los problemas que se planteó la conferencia en 1972 con el estado actual del mundo en 2022. La conferencia de Estocolmo de 2022 es testigo de que en estos 50 años no hemos avanzado gran cosa. Al menos en la dirección correcta.

A pesar pues de todo, hasta que se comprendió que el problema del mercurio no se reducía a incidentes locales, si no que era una amenaza global, no subió peldaños en la lista de prioridades. Entre los años 70 y 90 se fue constatando la presencia de mercurio incluso en ambientes prístinos y se comenzó a comprender el ciclo biogeoquímico del mercurio (hablaremos de él en otra entrada).

los orígenes de la convención de minamata

El Convenio de Minamata sobre el Mercurio es un tratado mundial para proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos adversos del mercurio. Aunque pueda parecer que los objetivos son evidentemente beneficiosos para la vida en la Tierra, el camino hasta Minamata no fue ni corto ni fácil.

El germen que llevaría al desarrollo de la Convención de Minamata posiblemente hay que buscarlo en la Conferencia de Estocolmo de 1972. Aunque en el Plan de Acción no se menciona específicamente el mercurio, sí se recomienda crear un Registro Internacional de Datos sobre Productos Químicos en el Ambiente (Recomendación 74) y el establecimiento de programas coordinados entre FAO y OMS de investigación y seguimiento de contaminantes químicos y biológicos en alimentos (Recomendación 78) (https://www.un.org/en/conferences/environment/stockholm1972). En Marruecos suelen decir que la prisa mata, y parece que la ONU debe haber tomado la frase como lema informal. Después de Estocolmo, no volvemos a oír del Registro hasta 1978 cuando se publican las instrucciones para la selección y presentación de datos para el registro internacional de productos químicos potencialmente tóxicos (https://wedocs.unep.org/handle/20.500.11822/29596?show=full). Estas instrucciones se acompañaban de sesenta ejemplos. En los ejemplos sí se incluía el mercurio, metilmercurio y clorometilmercurio. Pero el registro no pasó de ahí. Volverá a aflorar en la Agenda 21 de la conferencia de Río (https://sdgs.un.org/sites/default/files/publications/Study_1_Agenda_21.pdf) y ya no se vuelve a mencionar. Más relevante fue la creación, a partir de las conclusiones de Estocolmo, del Programa Ambiental de la ONU (UNEP a partir de ahora) como un foro de debate internacional de políticas ambientales.

Memorial to the victims of the mercury poisoning (Minamata) https://www.flickr.com/photos/34216465@N05/28377666215

En 1976, la OMS y UNEP publican un primer informe sobre mercurio (https://wedocs.unep.org/handle/20.500.11822/29275). El informe pone de manifiesto que hay todavía poca información disponible aunque sí llega a establecer concentraciones de mercurio elemental o alquilmercurio (metilmercurio entre otros) y efectos tóxicos. A lo largo de las dos décadas siguientes seguirá acumulándose conocimiento sobre el ciclo biogeoquímico del mercurio, fuentes de emisiones y toxicidad, pero hay que esperar hasta 2002 para que algo empiece a moverse en la política. Ese año se publica la Evaluación Mundial sobre el Mercurio de UNEP (https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/12297/final-assessment-report-25nov02.pdf?sequence=1&isAllowed=y). El informe, muy completo, abarcaba todos los aspectos de la problemática de la contaminación por mercurio y concluía que un acuerdo internacional vinculante sería un instrumento necesario para impulsar políticas destinadas a reducir emisiones y paliar los efectos adversos de la contaminación por mercurio.

El año siguiente, 2003, en la 22ª sesión del Consejo de Gobierno de UNEP celebrada en Nairobi, entre otros, se aprueba un programa específico sobre mercurio (https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/10645/K0360658_S_GC22_Proceedings.pdf?sequence=5&isAllowed=y). Sin embargo, más allá de buenos propósitos, no se avanzó significativamente en un acuerdo vinculante, fundamentalmente por las reticencias de Estados Unidos y otros. El tema del mercurio siguió en estado más o menos letárgico hasta 2009. En la 25ª sesión del Consejo de Gobierno de UNEP, la recién estrenada administración del presidente Obama anuncia que Estados Unidos está dispuesto a negociar un acuerdo vinculante sobre el mercurio. Con la nueva posición de EEUU el resto de estados reticentes ceden y se decide constituir un Comité Negociador Intergubernamental (INC) que debe comenzar a trabajar a partir de 2010 (https://enb.iisd.org/events/25th-session-unep-governing-councilglobal-ministerial-environment-forum-gc25gmef/summary). En la primera reunión de INC, celebrada en Estocolmo en 2010, representantes de IPEN (Red Internacional de Eliminación de Contaminantes) y de la Sociedad Sueca para la Conservación de la Naturaleza analizaron el contenido de mercurio del cabello de representantes de 40 países participantes (https://ipen.org/documents/ipen-ssnc-survey-mercury-hair). Todos los analizados dieron resultados positivos en un rango que iba de 0.093 a 2,956 ppm y en un caso superando 20 ppm. Posiblemente, esto estimuló a los representantes a trabajar. Finalmente, en la quinta reunión del INC, celebrada en Ginebra en 2013, se llegó a un acuerdo que fue oficialmente firmado en Kumamoto el mismo año y presentado públicamente en Minamata, 41 años después de la conferencia de Estocolmo, 54 años desde que se identificó el metilmercurio como causante de la enfermedad de Minamata.

Esta es una historia muy resumida, hemos pasado por alto muchas cosas, pero señala los eventos más destacados que llevaron hasta la Convención de Minamata. En los siguientes enlaces podéis encontrar más información.

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3801463/

https://www.mercuryconvention.org/es

http://nimd.env.go.jp/archives/english/index.html

https://enb.iisd.org/

https://wedocs.unep.org/

El Convenio de Minamata

El objetivo principal del Convenio es establecer medidas para reducir las emisiones antrópicas de mercurio al medio ambiente. El Convenio entró en vigor el 16 de agosto de 2017 (4 años después de la firma del acuerdo, seguimos a buen ritmo). La entrada en vigor debía esperar a que al menos 50 firmantes ratificaran el acuerdo. Como curiosidad, el Parlamento Europeo lo ratificó el 27 de abril de 2017 (con los votos en contra del Front National francés y la abstención del United Kingdom Independence Party) (1) y la Comisión Europea el 18 de mayo de 2017 (2). España tardó un poquito más y lo ratificó el 13 de diciembre de 2021. Tenemos el dudoso honor de ocupar el puesto 137 de 140 países ratificantes (3).

El Convenio, resumiendo mucho, establece limitaciones sobre su extracción, empleo en productos manufacturados, uso en procesos industriales y en minería artesanal de oro. En cuanto a la extracción, prohíbe la apertura de nuevas minas a partir del momento de entrada en vigor del Convenio y establece un límite máximo de actividad de las ya existentes de 15 años así como severas limitaciones en el uso y comercialización del mercurio extraído (Artículo 3). Establece asimismo limitaciones a la fabricación y comercialización de productos con mercurio añadido (Artículo 4). Por ejemplo, para pilas, lámparas y otros dispositivos eléctricos, entre otros productos que contienen mercurio estableció el año 2020 como fecha límite de fabricación y comercialización (Anexo A). Establece también medidas destinadas a reducir el uso de amalgama dental. En cuanto al uso de mercurio en procesos industriales estableció el año 2018 como fecha límite para su uso como catalizador en la producción de acetaldehído y 2025 para la producción de cloro-álcali y medidas destinadas a reducir su uso en la producción de cloruro de vinilo y otras sustancias destinadas a la síntesis de plásticos (Anexo B). Finalmente, establece como prácticas a extinguir los procesos implicados en la extracción artesanal de oro con mercurio tales como la amalgamación en bruto, quema de la amalgama y lixiviación de sedimentos sin haber eliminado el mercurio (Anexo C).

El Convenio establece también la necesidad de establecer medidas que reduzcan las emisiones y liberaciones de mercurio (Artículos 8 y 9) y encomienda a la Conferencia de las Partes (los países firmantes) el concretar medidas de control y límites de emisiones o liberaciones. Como aclaración por emisiones se entiende emisiones a la atmósfera y por liberaciones, los vertidos a aguas o suelos. Asimismo, establece provisiones para la gestión de residuos con mercurio e identificar sitios contaminados (Artículos 11 y 12).

El órgano clave de funcionamiento del Convenio es la Conferencia de las Partes (COP). La COP ha celebrado 4 reuniones desde la ratificación del Convenio. Lo de las conferencias (4) hasta ahora ha sido un poco como decir "preparados, listos ¡Ya!" aunque no está muy claro si hemos llegado ya al ¡Ya! o no. Quizá la Conferencia debería revisar su política de comunicación.

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